Nunca es fácil empezar un texto, tampoco terminarlo. La última palabra implica la rendición a la naturaleza: todo lo que empieza tiene que acabar. Esta semana se ha muerto mi abuelo, el padre de mi madre

Querría decir que me paso la vida rodeada de plumas, pero en realidad son teclados, bolígrafos y lápices. Así que el lapicero es el refugio de mi herramienta de trabajo, la escritura, que a veces pongo al servicio de los demás, pero otras —menos de las que me gustaría— se queda para mí. En este espacio están mis historias: las propias, las ajenas y las imaginarias
Nunca es fácil empezar un texto, tampoco terminarlo. La última palabra implica la rendición a la naturaleza: todo lo que empieza tiene que acabar. Esta semana se ha muerto mi abuelo, el padre de mi madre
Cuando me despierto, miro muy de cerca las motas negras sobre los ojos verdes de Bruma, consciente de que la mayoría del tiempo me pierdo esos pequeños misterios. Con la felicidad me sucede lo mismo
A mí, querido escritor atormentado, la vida me da la fuerza, y paso de la teatralidad del vaso de whisky: prefiero los vermús al sol